-Estreno: 27 de julio de
2014, WGN.
-Drama, 42 minutos, 2 temporadas, 23 episodios.
-No renovada.
-No renovada.
-Después del descoque de ‘Salem’, que fue la primera serie propia del
canal WGN, su segundo producto, ‘Manhattan’, puede compararse más con otros grandes de los últimos tiempos como
‘Mad men’ o ‘Masters of sex’. Creada por Sam Shaw, uno de los participantes en
esta última, el Manhattan del título se refiere al nombre del proyecto que
inventó la bomba atómica en los años 40. Es decir, que no tiene nada que ver
con Nueva York y sus rascacielos pre-Don-Draper. Más bien al contrario, la
serie tiene lugar en un lugar tan remoto de Nuevo México que lo llaman Nowhere
(Ningún Sitio), donde se han venido a instalar los investigadores participantes
en uno de los proyectos científicos más importantes de la Historia, el de un
arma tan destructiva que solo la amenaza de usarla detendrá todas las guerras,
en especial la Segunda Mundial, que ya va por su cuarto año de provocar desolación.
Todo esto es tan secreto que según uno de los protagonistas, el doctor Frank
Winter, ni siquiera el vicepresidente del país lo sabe. Winter es el líder del
proyecto, y en todo momento parece llevar sobre sus hombros el peso de toda la
humanidad: tiene calculado el número de soldados estadounidenses que mueren
cada hora en la guerra, y por lo tanto el número de los que se salvarán si las
investigaciones pueden adelantarse incluso unos pocos días. También arenga a
sus tropas diciendo que en algún lugar de Alemania, Hitler también tiene un
equipo igual de hambriento que ellos esperando llegar antes al mismo objetivo.
Interpretado por John Benjamin Hickey, uno de esos actores con rostro de gran
personalidad, a los que los directores de fotografía deben de disfrutar sacando
aristas de sus arrugas y líneas faciales, Winter mete rápidamente al espectador
en la importancia y la intensidad de lo que allí se cuece. Sin embargo, el asunto
se complica porque hay dos equipos diferentes de investigadores, uno numeroso,
bien financiado y altamente automatizado incluso a nivel humano, y otro, el de
Winter, más pequeño y heterodoxo hasta el punto de incluir a un oriental y a
una mujer en él, así que no se deja lugar a dudas sobre a quién debe “apoyar”
mentalmente el espectador.
Además, alrededor de los científicos y los militares también están las familias: esposas reducidas a lavar y planchar, que no pueden saber nada de lo que hacen sus maridos, adolescentes aburridas y deseosas de marcha, y críos correteando por el desierto, rapados al cero periódicamente para evitar los piojos, todos ellos inseguros de si realmente su presencia allí es tan importante o de si solo les dicen eso para que acepten lo que se parece peligrosamente a un encarcelamiento en vida. El microclima queda creado rápidamente, con sus propias tensiones nacidas del secreto, la desconfianza rayana en la paranoia, el miedo permanente, la protección de los tuyos, el deseo de algo más en la vida, el equilibrio entre el trabajo y la vida extralaboral, el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de otros, y otros muchos componentes de ese hábitat de laboratorio. El resultado es una serie sin grandes secuencias de acción, y muy centrada en los dramas personales de un grupo de gente que sufre un tipo muy específico de presión: el conseguir resultados, el apoyarse moralmente, el seguir órdenes a rajatabla por incorrectas que parezcan, el no abandonar cuando hay desánimo, etc. Poco a poco las rencillas entre los equipos van apareciendo, y el vencer a los nazis a veces deja de ser la razón primordial por la que levantarse cada mañana sin haberse acostado por la noche.
Además, alrededor de los científicos y los militares también están las familias: esposas reducidas a lavar y planchar, que no pueden saber nada de lo que hacen sus maridos, adolescentes aburridas y deseosas de marcha, y críos correteando por el desierto, rapados al cero periódicamente para evitar los piojos, todos ellos inseguros de si realmente su presencia allí es tan importante o de si solo les dicen eso para que acepten lo que se parece peligrosamente a un encarcelamiento en vida. El microclima queda creado rápidamente, con sus propias tensiones nacidas del secreto, la desconfianza rayana en la paranoia, el miedo permanente, la protección de los tuyos, el deseo de algo más en la vida, el equilibrio entre el trabajo y la vida extralaboral, el derecho a decidir sobre la vida y la muerte de otros, y otros muchos componentes de ese hábitat de laboratorio. El resultado es una serie sin grandes secuencias de acción, y muy centrada en los dramas personales de un grupo de gente que sufre un tipo muy específico de presión: el conseguir resultados, el apoyarse moralmente, el seguir órdenes a rajatabla por incorrectas que parezcan, el no abandonar cuando hay desánimo, etc. Poco a poco las rencillas entre los equipos van apareciendo, y el vencer a los nazis a veces deja de ser la razón primordial por la que levantarse cada mañana sin haberse acostado por la noche.
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