-Estreno: 11 de julio de
2103, Netflix.
-Drama / comedia, 58 minutos, 4 temporadas, 52 episodios.
-Renovada por tres temporadas más.
-Esta es una de las mejores series de los últimos años. Creada por la
autora de ‘Weeds’, Jenji Kohan, OITNB vuelve a presentarnos a una mujer blanca,
treintañera, de clase y vida acomodada, que de repente se ve en problemas
legales por cuestiones de drogas. Pero mientras que Nancy Botwin (Mary-Louise
Parker) se las solía apañar para que su negocio de marihuana no la llevara a la
cárcel, aquí Piper Chapman (Taylor Schilling) lo primero que hace es ingresar
en una prisión de baja seguridad, voluntariamente, para cumplir una sentencia
de 15 meses por hacer de “mula” para su excompañera y examante Alex Vause
(Laura Prepon). Una vez allí, Kohan convierte la autobiografía original de Piper
Kerman en una fascinante galería de prisioneras y guardas, donde están todos
los topicazos imaginables del género (relaciones lésbicas, sexo entre empleados
y presas, tráfico de tabaco, droga, chuches y comida, odios eternos por cuestiones
nimias, grupos organizados más por tu raza y/o religión que por cualquier otro
motivo, etc), pero tratados con gran sensibilidad y sin la intención de epatar
a base de escándalo gratuito. Hay sexo, tacos y mala leche, pero en las
cantidades adecuadas, y es que no dejamos de estar en una cárcel, al fin y al
cabo. Quien haya visto ‘Weeds’ sabrá que Kohan a veces tiene una manera de
mezclar comedia y drama que no acaba siempre de funcionar, pero aquí ha
encontrado la tecla casi perfecta, e incluso cuando hay un par de personajes
que son más caricaturescos que otra cosa (el guarda Pornstache, cabrón, bigotudo,
corrupto y abusón, y la interna Pennsatucky, cristiana fundamentalista,
ignorante, racista y vengativa), el entramado general no deja de funcionar, e
incluso encuentra lugar para ambos personajes como fuente de conflicto y
amenaza constante para las demás reclusas.
A medida que pasan los episodios hay continuos flashbacks que nos permiten conocer cómo cada una de las mujeres se vio encerrada en la prisión (ficticia) de Litchfield, mostrando cómo en todos los casos hubo un cúmulo de circunstancias que llevó a cada una a agredir, robar y/o traficar. Quizá haya quien critique que cuanto más sabemos de las reclusas, mejor acaban cayendo, ya que a menudo sus errores son fruto de sus circunstancias vitales (familia, economía, parejas, mala suerte), mientras que con los guardas es al revés: aparte del ya citado Pornstache, los demás poco a poco van mostrando prejuicios, corruptelas, componendas o ganas de trepar o de aprovecharse de las prisioneras. No es sin embargo una serie con mensaje en pro o en contra de los sistemas penitenciarios, centrándose más bien en lo que ocurre cuando se junta a varios seres humanos en el mismo microclima y empiezan a interrelacionarse desde posiciones desiguales: la autoridad contra las castigadas, las veteranas contra las nuevas, las de mi raza contra las demás, las débiles contra las fuertes, las enchufadas contra las que se ven solas, o las que tienen algo que ofrecer a cambio de lo que necesiten contra las que no lo tengan. Las actuaciones son brillantes, los diálogos afilados y la tensión por saber qué pasará después está muy bien repartida. Fue merecidamente renovada incluso antes de estrenarse, y confirmaba que Netflix había llegado para quedarse (y para triunfar) como productora de ficción serializada.
A medida que pasan los episodios hay continuos flashbacks que nos permiten conocer cómo cada una de las mujeres se vio encerrada en la prisión (ficticia) de Litchfield, mostrando cómo en todos los casos hubo un cúmulo de circunstancias que llevó a cada una a agredir, robar y/o traficar. Quizá haya quien critique que cuanto más sabemos de las reclusas, mejor acaban cayendo, ya que a menudo sus errores son fruto de sus circunstancias vitales (familia, economía, parejas, mala suerte), mientras que con los guardas es al revés: aparte del ya citado Pornstache, los demás poco a poco van mostrando prejuicios, corruptelas, componendas o ganas de trepar o de aprovecharse de las prisioneras. No es sin embargo una serie con mensaje en pro o en contra de los sistemas penitenciarios, centrándose más bien en lo que ocurre cuando se junta a varios seres humanos en el mismo microclima y empiezan a interrelacionarse desde posiciones desiguales: la autoridad contra las castigadas, las veteranas contra las nuevas, las de mi raza contra las demás, las débiles contra las fuertes, las enchufadas contra las que se ven solas, o las que tienen algo que ofrecer a cambio de lo que necesiten contra las que no lo tengan. Las actuaciones son brillantes, los diálogos afilados y la tensión por saber qué pasará después está muy bien repartida. Fue merecidamente renovada incluso antes de estrenarse, y confirmaba que Netflix había llegado para quedarse (y para triunfar) como productora de ficción serializada.
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