crackle.com/the-art-of-more/
-Estreno: 19 de noviembre de 2015, Crackle.
-Drama, 43 minutos, 2 temporadas, 20 episodios.
-Si últimamente ha estado habiendo canales nuevos por un tubo, o canales ya existentes que se han metido a producir ficción serializada, también está pasando lo mismo con los proveedores de videocontenidos por internet. A los ya conocidos Netflix, Amazon, Yahoo o Hulu hay que añadir este Crackle, disponible en toda América de norte a sur pero no aún en Europa, que se fundó a principios de siglo como página web de videojuegos, y que en 2006 fue comprado y reformado por Sony para introducirse en este nuevo futuro de la distribución "online". 'The art of more' es su primera serie dramática de episodios largos (entendiendo como tales poco más de 40 minutos), y trata sobre los tejemanejes que ocurren en torno a dos casas de subastas en Nueva York que rivalizan por llevarse los mejores objetos, los mejores clientes, el mayor prestigio y las mayores cantidades de dinero en comisiones. El protagonista principal es Graham Connor, el nuevo empleado de una de ellas, un exmarine con conocimientos de arte y con experiencia militar en Oriente Medio, gran yacimiento no solo de riquezas petrolíferas sino también artísticas. Connor está interpretado por Christian Cooke, uno de esos guapos genéricos sin afeitar y sin excesivo carisma, que debe de dar bien en las fotos de casting, pero que luego se ve devorado por todos los demás actores en pantalla. Aquí le ocurre con dos rostros conocidos de los 80-90: uno Dennis Quaid y otro el mismísimo "príncipe prometido" en persona, Cary Elwes, interpretando ambos a coleccionistas de estilos contrapuestos, el primero rudo, ruidoso, atlético y mujeriego, el segundo refinado, atildado y muy británico. También se lo merienda en pantalla su rival de la otra casa, la hija del fundador, interpretada por Kate Bosworth en plan princesa de hielo capaz de liar a una enfermera para arrancarle a un anciano una firma por su Van Gogh en su lecho de muerte.
La serie tiene una parte de "objeto de la semana", con cada episodio contándonos al comienzo de dónde procede el autógrafo de un músico, el diario de un explorador, un coche de Steve McQueen, o unas monedas de oro, en torno al cual las dos casas van a desplegar sus sonrisas a la cara y sus cuchillos por la espalda. Otra parte es serializada, y trata de un lío en el que los antiguos contactos militares de Connor lo meten cuando uno de ellos, que para más inri es iraquí, intenta meter algo en Estados Unidos que no debe. Connor se ve obligado a salir de una subasta en su caro traje y corbata, acudir a una nave industrial con una linterna en la boca, y cuando alguien saca una pistola a pasear ya la hemos liado. El ambiente elegido para la serie es original, y lo sibilino de algunos trucos sucios del oficio es digno de verse, pero en suma, no resulta particularmente especial: por duración, temática, forma de rodar (Canadá sustituyendo a Nueva York) y contención en lo lingüístico, sexual y violento, podría ser perfectamente una más de las competentes pero adocenadas propuestas de cualquier "major" en abierto, como la CBS o la NBC.
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