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-Estreno: 19 de julio de 2015, Spike.
-Drama, 3 episodios, 85 minutos cada uno.
-Miniserie.
-La biografía de Tutankamón es de esas que cuanto más sabes de ella más deprimente te parece. Sus padres eran hermanos, él nació y vivió con tan grandes y variadas taras físicas que la lista es pavorosa (y aumenta con cada examen que se hace al ADN de su momia), se convirtió en faraón de Egipto a los nueve años de edad, se casó también con una hermana suya que tuvo dos fetos que no llegaron a nacer, y finalmente murió a los 19 debido a una combinación de pierna rota infectada y malaria. Si es el único nombre de un antiguo faraón que la mayoría de la gente conoce es porque su tumba es de las más completas y mejor conservadas, si no la que más, que han podido encontrar los arqueólogos modernos. Nada de eso se ve en esta serie, pálida heredera no ya de los peplums de los 50 y 60, sino de otras miniseries históricas de fin de semana que hicieron cierta fortuna en los 90 y que de vez en cuando aún se siguen rodando. Aquí el joven Tut (apodo por el que se le empezó a llamar en la coloquial prensa norteamericana de los años 20) no padece escoliosis ni cojera ni tiene una dentadura contrahecha, sino que es un gallardo y atlético adolescente que entrena a espada continuamente en espera de que sus intrigantes y ambiciosos asesores le dejen mostrarse como es ante un pueblo que nunca lo ve en público. Además, sale de incógnito por las calles para ver a la gente real, como en 'Aladdin', por ejemplo, y luego es el cerebro en la tienda de campaña y el primer luchador sobre el campo de batalla. Los cánones de este tipo de miniseries mandan que haya al menos un actor de cierto postín en el reparto, y aquí es Sir Ben Kingsley, para quien es un juego de niños robar la pantalla en su papel de veterano visir del reino con mucha calva, mucha ceja y mucha sombra de ojos. Entre batallitas diversas, hay un par de tramas donde Tut y su hermana, a quienes nunca se les ve juntos como pareja, porque eso daría regomello, se buscan la vida amatoria por su cuenta, ella con el entrenador y mejor amigo de él, y él con una campesina de etnia enemiga. Todo muy pulcro, hasta cuando hay sangre y barro, y sin mucha mordiente, que se puede ver entre cabezadas de siesta veraniega.
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