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-Estreno: 30 de mayo de 2015, Lifetime.
-Miniserie, 2 episodios, 85 minutos cada uno.
-Por lo que parece, Marilyn Monroe es demasiado "icónica" como para que alguna actriz de gran prestigio se haya atrevido a hacer de ella (de entre la veintena que han osado, quizá las más conocidas sean Ashley Judd y Mira Sorvino, ambas curiosamente en la misma película, 'Norma Jean y Marilyn', en 1996). Y es que debe de resultar casi imposible ver a alguien encarnándola y no pensar que no se la puede superar, y que casi es mejor emplear el tiempo en ver algunas de esas películas suyas tan famosas que nunca se ha acabado uno de ver. Incluso aunque alguien no haya visto ninguna película completa de ella (y es más frecuente de lo que podría parecer), su imagen es inconfundible. O al menos, la más pública y famosa, la de rubia (que se hace la) tonta. De todas maneras, de vez en cuando hay alguien que se lanza al ruedo de hacerle una "biopic", porque además de sus películas en una carrera que duró en realidad apenas una década, está por detrás todo el tema de su muerte demasiado joven (a los 36 años), de su infancia difícil, de los hombres que la usaron y a los que usó, e incluso de su relación con otro icono moderno, JFK, elementos todos de sobra para varias películas. Por todo eso pasa esta miniserie de consumo rápido, con un esquema basado en una especie de sesión de terapia en la que la Monroe cuenta a un doctor más joven y apuesto, y menos estirado de lo normal, las cosas que luego vemos en pantalla. Está la infancia dificultosa, con una madre con problemas mentales (interpretada con solvencia pero sin especial brillantez por la gran Susan Sarandon), están los productores con ojo clínico y cama grande, y están varias de las escenas más conocidas de su carrera: sus desnudos aún como pelirroja para calendarios de camioneros, sus faldas blancas al aire del metro, los maridos superfamosos (el deportista y el intelectual), y su "cumpleaños feliz" al presi Kennedy, entre otros. Kelli Garner, la protagonista que porta la pesada carga, resulta quizá un poco menos inocente de lo que llegaba a parecer la Monroe auténtica, pero hace un buen trabajo, especialmente al intentar imitar esa voz jadeante y soñadora que se convirtió en una de las marcas de identidad de la diva. A pesar del título de portada de escándalo típica de revista del colorín, la miniserie no cuenta nada que no se sepa o suponga, y está resuelta con ritmo televisivo "del de antes", yendo siempre al grano y sin especiales alardes. Cumple y deja hueco para poderse mejorar en el futuro, si es que eso es posible.
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