-Estreno: 29 de enero de 2014, BBC America.
-Miniserie, 4 episodios, 45 minutos.
-Para aclarar de quién trata esta serie hace falta leer
el subtítulo: ‘The man who would be Bond’. O sea, que no estamos hablando de,
por ejemplo, algún doctor o descubridor, sino del novelista que inventó a 007,
Ian Fleming (1908-1964). Partiendo de su propia cita de que todo lo que
escribió tenía una base real, la serie pasa la mayor parte de su metraje
jugando a convertir al propio Fleming en una especie de Bond light, con guiños
constantes a cualquiera que haya visto una película protagonizada por su famoso
agente secreto. Los muy frikis pueden incluso jugar a decir exactamente en qué
película salen buzos con arpones submarinos, esquiadores montaña abajo,
partidas de poker, morenas en lencería, misiones que resultan ser simulacros de
entrenamiento, o martinis agitados no etcétera etcétera. La trama se centra en
los años en que Fleming trabajó para los servicios de inteligencia británicos
durante la Segunda Guerra Mundial. De familia adinerada, y con un hermano mayor
viajero y escritor de cierta fama que se llevaba todos los elogios, Fleming
parece debatirse entre el querer salir de la sombra de su parentela y ser un héroe
por sí mismo, y el pasar de todo y que la guerra no le haga demasiada pupa,
aprovechando su puesto en la retaguardia. Cuando le toca hacer algo, sus
destinos no son nunca pelarse de frío o de calor en un frente desolado junto a
la carne de cañón, sino sacar información a los peces gordos nazis a base de
alcohol, mesas de juego y cenorras sin cartilla de racionamiento. La imagen que
da es de un caprichitos consentido y chuleta, rebelde solo hasta cierto punto, pero con la imaginación e inventiva que a veces se necesita en el terreno del espionaje para
pensar fuera del escalafón. Es decir, un poco como su exagerada fantasía de
proyección, tanto novelesca como cinematográfica. La serie está rodada con la
pulcritud marca de la casa en la BBC, incluyendo ese cierto punto que a menudo
acaban teniendo de frialdad general bajo la cuidada ambientación y la perfección
formal, aunque el tono no llega a ser tan envarado como el de algunas otras
producciones ambientadas en el siglo XIX. Esto no quiere decir, sin embargo,
que resulte mojigata, ni mucho menos: más bien al contrario, hay su dosis
considerable de amantes, casadas o no, atraídas por el uniforme de oficial de
la Navy. Resulta entretenida, se apaña muy bien para ocultar las limitaciones
del presupuesto televisivo, y tiene la virtud de acabarse justo cuando podría
estar haciéndose demasiado larga.
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